¿Por qué nos complicamos tanto la vida?
- Laia Sastre

- 6 oct
- 3 Min. de lectura
Hace unos minutos estaba terminando mi día. Mientras acostaba a mi hija pequeña, tuve uno de esos momentos de “iluminación”, como los llamo yo.
De repente me vino a la cabeza, como una llamada muy clara a mi atención, esta pregunta:
¿Por qué me complico tanto la vida?
Hasta hacía un momento, estaba enredada en una espiral de frustración y autoexigencia.
El primer día tras las vacaciones escolares siempre tiene algo de caos… y hoy no ha sido una excepción. El trabajo me había pesado un poco, no he hecho ejercicio, no he escrito (¡lo que se ha convertido en terapia para mi!), y para colmo… no he podido hacer las compras y ¡me falta el ingrediente principal para la cena de mañana! (¡aquí una que planifica hasta las cenas!)
Y ahí estaba yo, en plena tormenta mental, hasta que algo dentro de mí salto:
“¿Estamos todos locos? ¿O soy yo?”
Y a la vez me invadía una sensación de alivio…
Porque, en realidad, nada de lo que me preocupaba era tan grave:
Mañana puedo cocinar otra cosa
El trabajo se va a equilibrar en cuanto me ponga al día
Puedo escribir ahora, si es lo que me llena
Y si quiero, mañana me levanto antes para mover el cuerpo
Ha sido como si una parte de mí me susurrara: “No hace falta complicarlo tanto, Laia.”
Cuando se lo he contado a mi marido se ha reído y me ha dicho: me alegra que lo ves asi, esto te beneficia a ti, y nos beneficia a todos.
El autoexigente interno y el arte de soltar
Como eneatipo 1 del eneagrama, tengo una tendencia muy clara a querer hacerlo todo bien, cargar con más de lo que puedo, y no saber delegar. En todo ello estoy trabajando.
Y claro, cuando las cosas no salen como yo esperaba, me entra ese bucle mental de frustración y crítica interna.
Pero cada vez más, me doy cuenta de que tengo la oportunidad de parar y observar. Y de cuestionar.
Esos momentos en los que me descubro atrapada en la exigencia son, en realidad, puertas de salida hacia la libertad.
Porque al final, muchas de las cargas que llevo, ni siquiera son realmente mías. Son creencias heredadas, expectativas, y una idea rígida de lo que “debería” hacer o ser.
Y cada vez que me doy cuenta de eso, me siento un poco más aliviada.
De la exigencia a la consciencia
Ser consciente de nuestras propias trampas mentales no es cómodo, pero sí profundamente liberador. Y a mi, la herramienta del eneagrama y la biodescodificación son cosas que en este momento me están ayudando muchísimo a “despertar” a través de tomar consciencia de mis motivaciones y de dónde vienen mis reacciones.
Cuando dejo de luchar con lo que “debería ser” y me permito simplemente ser, la vida se vuelve más serena.
Poco a poco, cambiar la mirada con la que elegimos mirar a lo que nos sucede, al mundo, cambia lo de fuera también.
Dejar de empujar tanto, y empezar a fluir un poco más.
Un camino que comparto
Este blog está siendo terapéutico para mi. Es un lugar donde comparto mis aprendizajes, mis preguntas y mis pequeños despertares cotidianos. Donde me atrevo a cuestionar cosas heredades que hasta ahora no me había atrevido a poner en duda.
También es un sueño que he hecho realidad a los 42 años (¡quién me lo iba a decir!). En mi lengua materna, y en mi lengua adoptiva. Intentando llegar a todos aquellos que me rodean.
Y sí, estoy convencida de que el curso del eneagrama que acabo de terminar ha tenido mucho que ver en este impulso de querer compartir y escribir.
¿Te pasa también a ti eso de complicarte la vida sin darte cuenta?
Me encantaría leerte💛
Laia





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